Cada vez que voy al supermercado, me doy cuenta de lo fácil que es caer en la tentación de los productos listos para consumir. Galletas, cereales, embutidos, bebidas azucaradas… los ultra procesados están en todas partes. Pero ¿nos hemos detenido a pensar realmente qué estamos comiendo? Yo, sinceramente, intento cada vez más hacerlo.
Los productos ultra procesados han pasado por muchos procesos industriales y tienen ingredientes que jamás usaríamos en casa, como colorantes, saborizantes artificiales, edulcorantes y conservantes. Sí, son prácticos y sabrosos, pero el impacto en la salud es preocupante.
Está comprobado que su consumo excesivo aumenta el riesgo de obesidad, enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 e incluso problemas emocionales como ansiedad y depresión. Además, suelen tener pocos nutrientes esenciales (proteínas, grasas saludables, etc.) y están cargados de azúcares, grasas saturadas y trans y sodio, lo que los hace una opción poco o nada recomendable para nuestra alimentación diaria.
¿Cómo identificar un producto ultraprocesado?
- Lista de ingredientes extensa: Si contiene muchos ingredientes difíciles de pronunciar o que no reconocerías en una cocina tradicional, es probable que sea ultraprocesado.
- Alto contenido en azúcares y grasas poco saludables: Revisa la información nutricional y evita aquellos con grandes cantidades de azúcar, grasas trans y sodio.
- Aditivos artificiales: Colorantes, saborizantes, potenciadores del sabor y conservantes suelen ser señales de procesamiento industrial.
- Poco aporte nutricional: Aunque sean sabrosos, estos productos suelen ser pobres en proteínas, fibra y grasas saludables.
No se trata de satanizarlos ni eliminarlos por completo, pero sí de dar prioridad a lo que realmente nutre nuestro cuerpo. Pequeños cambios pueden hacer una gran diferencia.